Opciones de lectura de la casa a la escuela
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Universidad Nacional de Educación del Ecuador
Abstract
Escribir y hablar del acto de leer y del proceso de
lectura no es un asunto simple, tampoco del que se
haya teorizado hace poco. Es un tema que se lo
aborda con regularidad, pero que seguimos débiles
en el mejoramiento del hábito de lectura. El vínculo
entre la casa y la escuela es una de las claves que nos
permitirá avanzar en el entendimiento y fructificación
de estos procesos.
Friedrich Nietzche dice que las frases son piedrecillas
que el escritor arroja en el alma del lector. El diámetro
de las ondas concéntricas que desplazan depende
de las dimensiones del estanque. Ello determina
que el diámetro del estanque que cada uno tiene
(es) depende de la manera cómo configuremos
nuestro mundo y el entendimiento de los mundos
circundantes que tengamos, para que podamos
generar nuevos mundos basados en procesos de
aprendizaje.
La lectura es un proceso asociativo, con infinidad de
actores, cada uno de los cuales deberá estar ávido
de conocimiento y aprendizaje, saltando la barrera de
la simple enseñanza. Allí estaremos en condición de
transformar la obligatoriedad en placer y potenciar el
hábito de la lectura como algo lleno de creatividad y
realización. La lectura como una ventana al mundo,
desde nuestro mundo interior.
Finalizamos con unas líneas que escribe Gabriel
Gracía Márquez acerca de la lectura y de la acción
docente, que nos deja importantes sugerencias
implícitas: “Tengo un gran respeto, y sobre todo un
gran cariño, por el oficio de profesor y por eso mismo
me reconforta saber que ellos también son víctimas
de un sistema de enseñanza que los induce a decir
bestialidades. Una de las personas inolvidables en mi
vida es la profesora que me enseñó a leer, a los cinco
años. Era una moza bonita y sabia, que no pretendía
saber más de lo que podía, y era tan joven que con el
tiempo acabó siendo más joven que yo. Era ella la que
nos leía, en clase, los primeros poemas. Recuerdo
con la misma gratitud al profesor de literatura del
colegio, un hombre modesto y prudente que nos
conducía por el laberinto de los buenos libros sin interpretaciones
rebuscadas. Este método posibilitaba
a sus alumnos una participación más personal y libre
en el milagro de la poesía. En síntesis, un curso de
literatura no debería ser más que una buena guía de
lecturas. Cualquier otra pretensión no sirve nada más
que para asustar a los niños. Pienso yo, aquí entre
nosotros.”
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Mamakuna No 3 pp. 48-53